Últimamente la oquedad me visita como en las depresiones y sus principios, es algo invisible que duele, un pensamiento férreo en la blandura de la carne, sube y no baja, se mete entre las sábanas cuando quieres dormir, y pienso en los alcohólicos porque dan ganas de beber, hasta de reintegrarse a la fatiga de fumar como antes de que me muriera por cuarta vez (¡y sobre el mar!).