2016
Nosotros deambulamos en este principio de siglo, todavía atarantados de tantas esperanzas que tuvimos en la juventud de lo que pensamos que sería 2016, no un mundo feliz como en la novela, sino más allá, autos que no eran, sólo vehículos veloces dejando un rocío de oro hasta hacerse invisibles de velocidad, bufandas de perfume, pieles nunca envejecidas, piernas nuevas, otras manos iguales a las de los veinte años, y el cabello suave y no este amasijo tan a la Colette, que ha perdido la gracia y el aleteo. Íbamos a tenerlo todo y siempre el amor, a cambio la exigencia de experimentar el tiempo y terminar temiéndolo. Nunca supimos lo denominado mañana.